Recuerdo cuándo solíamos ir de fiesta toda la noche, mirábamos a la calle buscando la vida real. Caminábamos por las calles mientras no murmuraban "hola, hola". Allí estaba ella, mi nueva amiga, tacones en mano, meciéndose con el ritmo del viento mientras empieza a llorar; lágrimas corriendo por sus ojos de pequeña bambi.
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